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Movimientos sociales, acción colectiva y Participación Social
Por: Marcos Chinchilla

La historia de la humanidad reconoce en la libertad, la independencia, la autonomía de la persona y el derecho a la vida [1] valores fundamentales. Estos se han entremezclado con otros valores hasta conformar no solo la doctrina de los derechos humanos, sino su misma práctica y constante defensa.

Las guerras contra los imperios, las luchas sociales por la independencia, la revolución francesa, las revueltas sociales, las luchas de l@s trabajador@s y el esfuerzo sostenido de diversos grupos por abolir la esclavitud entre tantas otras acciones políticas, son una clara muestra tanto del deseo de emancipación como por exigir el respeto de los derechos humanos de la persona.

Este esfuerzo emancipador tiene una de sus principales expresiones en la modernidad, periodo histórico en que se plantea incluso la emancipación del ser humano en relación a un conjunto de tradiciones y valores sociales que le ataban al oscurantismo, los mitos y la metafísica. La libertad del ser humano se daría en función del dominio de la naturaleza por medio de la racionalidad científica. La ciencia permitiría superar el irracionalismo y la ignorancia, fomentando así la ansiada libertad del ser humano (Rozas, 1988).

Durante este periodo histórico de la humanidad también surge el Estado, entendido éste como la estructura de organización funcional y política, de representación social, y particularmente, de organización social que articula y perpetúa un modelo de producción económica sobre la que se descansa la sociedad.

En el caso particular de las sociedades occidentales, el Estado Capitalista viene no solo a organizar la producción económica, sino también a garantizar y legitimar este modelo económico.

El capitalismo logra reproducirse desarrollando un conjunto de relaciones de producción que implican la explotación del trabajo (o sea, de las personas que venden su fuerza de trabajo como mano de obra) y la distribución inequitativa de la riqueza socialmente producida[2], lo que deviene en la configuración de una cuestión social[3] que genera una tensión social que históricamente en el capitalismo ha generado diferentes expresiones de enfrentamiento, participación y movilización social.

Queremos insistir que la participación y movilización social no son un fenómeno que se de exclusivamente en el capitalismo, como lo indicamos al inicio de este documento, a lo largo de la historia se han presentando múltiples expresiones sociales que hacen de la participación y movilización un medio para lograr libertad y reconocimiento de derechos (entre ellos pueden reconocerse las revueltas indígenas, las luchas de liberación de los esclavos, los enfrentamientos de de los habitantes de Cartago contra el imperio Romano). Sin embargo, en el marco del capitalismo, participación y movilización social adquieren connotaciones particulares que se asocian con la naturaleza de los grupos que la asumen y las demandas sociales que representan.

En las primeras fases del capitalismo, las mayores muestras de participación social tenían una connotación exclusivamente de lucha de clases[4]. Sin embargo, en la actualidad otras propuestas teóricas sugieren ampliar la comprensión de la participación social.

Una primera discusión la desarrolla Camacho (1987) cuando identifica en los movimientos sociales una forma de expresión de tensiones en el marco de la sociedad civil. El propósito básico de estos radica en el reconocimiento por parte del Estado de sus demandas sociales y su posterior inclusión en políticas públicas.

Los movimientos sociales son un amplio paraguas de acción social en que se enfrentan intereses hegemónicos e intereses populares, de ahí la necesidad de diferenciar entre los movimientos populares y los de la clase dominante. Para este autor, los movimientos sociales están determinados por la categoría clase social y su relación con la exigencia de un proyecto político de sociedad, el cual está diferenciado según los intereses de cada una de las clases sociales.

Propone dos clasificaciones de movimientos sociales; por un lado las clasistas y pluriclasistas[5]; por otro, los movimientos tradicionales y los nuevos movimientos sociales. Pero en general, todos los entiende como la expresión de las contradicciones del sistema capitalista que no puede atender todas las demandas de la sociedad.

La supuesta novedad de los movimientos sociales es cuestionada por Gunder y Fuentes (1989), y afirman que los nuevos movimientos realmente “no son nuevos, así tengan ciertas características que si lo son…” aunque identifican movimientos sociales que si son nuevos como los ecologistas y los pacifistas. No obstante estas condiciones, los movimientos sociales son agentes de resistencia y transformación social dada las acciones de presión y propuesta que desarrollan en el plano político, en muy pocos casos representan una genuina posición de ruptura con el sistema productivo y político

La diversidad de posibles clasificaciones teóricas sobre el origen y naturaleza de los movimientos sociales, aluden a su nivel de organicidad,  constancia política y a su capacidad de acción a lo largo del tiempo. Según esta propuesta, un movimiento se constituye como tal en la medida en que sea orgánico y tenga una duración en el tiempo. Desde esa perspectiva muchas expresiones de participación social quedan descalificadas como movimiento social dado que aparecen, desaparecen, se transforman o reaparecen sin ninguna otra condición más que la necesidad de articularse socialmente para dar respuesta a una necesidad social muy puntual. Esta situación obliga a intentar comprender las expresiones de participación social desde un marco conceptual más amplio e inclusivo.

Justamente en esa línea Garretón (2002) opta por utilizar la categoría “acción colectiva” que permite incorporar tanto las manifestaciones organizativas y reivindicativas gestadas por los movimientos sociales (sean populares o burgueses) como acciones de menor cobertura geográfica, organizativa o política que también se dan en la sociedad.

Para este autor, cada tipo societal, se corresponde con formas diferentes de participación social. Por lo menos hasta finales de los años 70 del siglo pasado, los partidos políticos y diversas organizaciones obreras o campesinas eran capaces de canalizar y atender de forma “legítima” las demandas de diversos grupos sociales. En ese sentido, estas organizaciones se constituían en una válvula que regulaba las diferentes presiones sociales y limitaba cualquier iniciativa de transformación social que resultara amenazante para el sistema.

La crisis de los 80 y el esfuerzo neoliberal por reducir el Estado de Bienestar -regulador por excelencia de esas presiones- coincide tanto con el afán por generar un sentimiento colectivo de individualidad[6], como con la deslegitimación y persecución de los sectores sociales –sindicatos y grupos campesinos- que se oponían al modelo neoliberal y el cuestionamiento[7] a la capacidad de representatividad de los partidos políticos.

En este contexto, las diferentes organizaciones sociales populares deben repensarse, reorganizarse y enfrentarse a otras manifestaciones de participación social que toman fuerza y que si bien no siempre comparten las características aludidas anteriormente a los movimientos sociales, tienen un peso importante en generar espacios reivindicativos derivado de la cuestión social.

La “acción colectiva” resulta por lo tanto no solo en un concepto más inclusivo analíticamente, reconoce que nuevos actores sociales se empoderan y generan espacios de participación ciudadana mas democráticos y con mayor presencia a nivel regional, nacional o continental. La argumentación de Hopenhayn (1988: 21) tiene plena relevancia en esta argumentación teórica: la participación social busca potenciar todas las capacidades del ser humano y generar protagonismo de la persona en tanto ser social. La participación social buscará por lo tanto fomentar condiciones para generar una participación plena en la toma de decisiones, en la construcción de proyectos personales y colectivos que generen inclusión social, igualdad y justicia. En suma, las diferentes manifestaciones de acción colectiva generan ciudadanía, se orientan al reconocimiento, respeto, promoción y disfrute pleno de los derechos que tiene la persona.

Desde la acción colectiva, los sectores populares enfrentan, cuestionan y posicionan sus intereses en contraposición con los de las clases dominantes. Esta tensión, inacabada, se traduce en espacios de participación social en la que se definen políticas públicas, se reconfiguran espacios de poder y se perpetúa la reproducción capitalista; en algunos casos, con significativos avances en materia de inclusión social y participación social.

Los aportes de estos autores no hacen más que recordarnos que sigue existiendo una preocupación social por generar condiciones de participación y exigibilidad de derechos, mismas que tienden a ampliarse en temas tan sensibles para la sobrevivencia humana -y del mismo planeta- como el medio ambiente y la ausencia de conflictos militares, ambos asociados con el modelo de producción capitalista.

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[1]     Sin lugar a dudas esos valores pueden resultar en extremo individualistas y hasta atomizantes del mismo ser humano. Los derechos humanos tienen un origen burgués y de ahí el acento individualista; sin embargo, el posterior desarrollo de esta doctrina reconoce que no se puede prescindir de la colectividad para potenciar el pleno disfrute de los derechos humanos, en ese sentido, el derecho a la vida no será solo existir, sino, vivir con calidad.

[2]     En su reproducción también influye el uso de la tecnología y utilización de los recursos medioambientales que son incorporados en el proceso productivo con muy bajo costo o sin costo alguno.

[3]     El tema de la cuestión social como categoría fundamental en el Trabajo Social y en la sociedad capitalista, requiere toda una discusión aparte, para mayor información puede consultarse el documento de Margarita Rozas que se encuentra en la bibliografía.

[4]     Es importante mencionar que si bien diversas luchas sociales como las indígenas también tuvieron y tienen lugar en el seno de sociedades capitalistas, estas no se dieron precisamente en función de las relaciones de explotación capitalistas.

[5]     En el primero ubica a obreros, campesinos y necesariamente a los grupos patronales; en el segundo, ubica a personas que no siempre comparten todas esas características, por ejemplo estudiantes, grupos de mujeres, ambientalistas.

[6]     El éxito, la individualidad, la competencia y la riqueza se convirtieron en valores sociales ideales en las sociedades neoliberales. Cada quien sería responsable por su seguridad, por su ingreso económico, por la atención de sus necesidades presentes y futuras. La competencia resultaba salvaje, y era necesario sobrevivir sin que importaran los demás. El sentido de colectividad se desdibujaba en la medida que el mismo Estado se reducía y transfería sus competencias sociales al sector privado. Este esquema perduró mientras algunas sociedades experimentaban una bonanza económica en la que efectivamente las personas se sentían seguras y beneficiadas por las privatizaciones y el éxito individual; sin embargo, el modelo no es sostenible y las fracturas están más que anunciadas: en diciembre del 2001 Argentina llega a la cima de una crisis social y económica que desembocó en el cambio de cinco presidentes y en una situación de pobreza y exclusión social nunca antes vista en ese país. Con el fracaso de la individualidad, resurgieron múltiples iniciativas colectivas para poder sobrevivir en la crisis.

[7]     Cuestionamiento de por si válido ya que los partidos políticos más que representar necesidades de todo el colectivo, se orientaron a aprovecharse de los procesos de privatización del patrimonio público. Era evidente la distancia entre el proyecto burgués y el proyecto popular.

About Samuel Ortiz

Trabajador Social egresado de la UCMC
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