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La identidad ha sido un tema fuerte de preocupación en cada una de las culturas, máxime en un mundo globalizado donde las migraciones son frecuentes y se socializan con toda facilidad prácticas culturales de todo el globo; la educación se ha presentado como ente socializador protector de las costumbres de cada sociedad. ¿Es posible hablar de la identidad en Trabajo Social?

La identidad, como lo explica el profesor de la Universidad de Mérida, Aliro Pérez Lo Presti: “es el conjunto de elementos culturales que nos hace diferentes. Esta diferencia no sólo abarca el ámbito de lo social, sino que la identidad condiciona la existencia de aspectos de carácter personal entre los miembros de un grupo” (2006). Al ver la película "El Profesor Lazhar" donde se muestra aspectos de la educación en Canadá ¿es posible que el estudiante de Canadá mantenga ese conjunto de elementos cuando deben hablar inglés y francés con la guía de un docente argelino? ¿realmente quiénes son los canadienses? La respuesta es contundente: son los terceros en el informe de las pruebas PISA y tienen un sistema de educación elogiado alrededor del mundo. 

A todas luces, Canadá no evidencia ni adolece un problema de identidad a pesar del alto número de refugiados y de personas que van a “probar suerte” en su territorio, porque como lo explica Pérez citando a Sant-Roz “La verdadera independencia consiste en buscar nuestros propios medios de producción, de defensa, de dirigir la educación, la cultura y nuestro bienestar social” (2006), la dirección de sus recursos es la construcción de su método propio y no de la importación de estériles modelos mal implementados como sucede en Colombia. ¿Podríamos entonces hablar de la identidad en la educación para ser trabajador social: una disciplina o ciencia (como se quiera ver) que abraza todas las Ciencias Sociales?

¿Qué identidad tiene el trabajo social en Colombia? 

Los elementos culturales que saltan a la vista que hacen diferente al colombiano en relación a la ayuda mutua y alcanzar el tan anhelado Estado de Bienestar, cuando existen elementos como el asistencialismo y el sobre-diagnóstico de poblaciones que adolece la mayoría de instituciones bien sean públicas o privadas. ¿Qué identidad tiene el estudiante en trabajo social? ¿Los referentes deben ser los profesionales que realizan mil tareas alejadas de su qué hacer profesional? Quizá se puede pensar en un ambiente de formación de identidad crítica y moral aislado de la realidad que nos atañe.

La Universidad debe ofrecer un escenario “de formación y socialización, es aquella que trata de responder a la pregunta por el tipo de relaciones que configuran un espacio propicio para la interacción, la negociación y la objetivación de nuevos contenidos y sentidos sobre los cuales significar la identidad individual y colectiva de los actores implicados en el proceso de formación” (Echavarría, 2003:5) y en la formación en Trabajo Social sería por lo tanto ir más allá del recital de la práctica utilitarista del aparato y sería interiorizar sobre los aspectos de moral y de función social de las políticas públicas. Edgar Morín nos ilustra sobre siete principios para un pensamiento vinculante que pueden ser útiles para llegar a este punto:

1. El principio sistémico u organizativo: 

Comprender cómo se organiza el conjunto de elementos que convergen en el trabajo social es necesario pero aún más la comprensión de cómo los problemas sociales intervienen en éste, cómo se articula de un sistema macro (nación) y micro (individuo) dentro de todos esos sistemas que están en el medio (enfoque sistémico), con las mutaciones que tiene esa relación con los nuevos sucesos políticos, económicos y sociales; por lo tanto la Universidad debe educar para la vinculación de los sujetos a las redes de sentidos sociales y los ayudarles a implicarse en la construcción de nuevos alternativas de solución como lo refiere Echavarría (2003) a partir de su sentir valorativo y formas de pensar.

2. Principio Holográmico: 

La Universidad, cumple con este principio para el pensamiento vinculante frente a la identidad del trabajo social, puesto que está la formación de personas que viven y sienten en carne propia la aplicación de políticas sociales y de normas que a veces quedan muy ajustadas a las necesidades reales. Por lo tanto, los estudiantes tienen herramientas para construir un escenario donde se de “la producción y el intercambio de formas de pensar, sentir y habitar el mundo; en ella se constituye un universo de culturas e identidades que exigen la configuración de espacios que acerquen las diferencias y que excluyan aquellas certezas absolutas” (Echavarría, 2003:6)

3. El principio del Bucle retroactivo o retroalimentación: 

Si estamos inmersos dentro del sistema que pretendemos investigar, observar y analizar para dar soluciones prácticas desde el trabajo social, es claro que en cada una de esas tres tareas nos veremos inmersos en reacciones inflacionarias o estabilizadoras, la construcción de identidad del profesional en trabajo social debe buscar aquellos significados de su existencia, revisados en su misma historia y cada una de esas reacciones hacia la configuración de una forma particular de habitar, sentir, vivir y pensar el mundo social (como refiere Echavarría, se construye la identidad. 2003:8).

4. El principio de bucle recursivo: 

Somos producto y somos productores, una doble vía que traduce el sentido de la educación, “esta doble connotación educativa la escuela se responsabiliza y responsabiliza a sus educandos moral, ética y políticamente en la transformación de las relaciones sociales para vivir en una sociedad digna, justa, incluyente y democrática” (Echavarría, 2003:12) una responsabilidad social que debe estar orientada en términos de moral y justicia.

5. El principio de autonomía / dependencia: 

Es dotar al estudiante de herramientas para lograr una postura crítica frente a su realidad y darle la libertad de crear con lo que implica los errores protegiéndolo de la frustración y de los aciertos, alejándose de la vanagloria que lleva al conformismo. Si bien los sentimientos e interpretación son diferentes y autónomos, si debe plantearse un molde ético y moral que responda a la crisis que tiene el Trabajo Social en Colombia, uno que permita la visión holística de los problemas sociales para recuperar la confianza de la sociedad para aclarar la discusión de ser ciencia social o ciencia de la salud y enfocarnos categóricamente en que somos social.

6. El principio Dialógico: 

Colombia es un cultivo social de problemas supremamente complejos, de políticas ineficientes que son exitosas en el resto del mundo; ésto no debe verse como un obstáculo para el investigador o para el estudiante sino sirve como terreno para perfeccionar la construcción de conocimiento. El trabajo social debe mostrarse como pionero de procesos sobre víctimas y reconciliación en un país donde el caos y el desorden público ha imperado desde hace 6 décadas. Lo expresa Echavarría de la siguiente manera: “la comprensión del sí mismo en relación con los retos que enuncia el entorno, desagregada en múltiples posibilidades de lectura e intervención, cuando ésta se muestra contradictoria con el actuar cotidiano; es un acto mental que pondera y discrimina lo bueno de lo malo, ubica lo problemático y lo contradictorio en la interacción y proyecta las diversas formas de negociación” (2003:19-20)

7. El Principio de Reintroducción del que conoce en todo conocimiento: 

Es como se configuraría una cabeza bien puesta, el estudiante de trabajo social debe primero tener la capacidad de organizar todas las Ciencias Sociales en las que se va formando, antes de organizar el plano social. No es posible comprender el actuar político si no se comprende el proceso histórico de conquista, colonia y república; no es posible comprender el ordenamiento jurídico si no se analiza desde la construcción de conocimiento, etc. Generar nuevo conocimiento y alternativas de solución implica validar desde la tesis y contradecir desde la anti-tesis, saber el por qué sí y el por qué no.

El trabajo social vive la necesidad de reformar mentes para reformar instituciones, en su papel dentro de las diferentes escenarios; pero de esta necesidad como lo refiere Edgar Morín, puede desencadenar en un bloqueo (2001:104) el cual se da por no saber si se debe primero reformar la educación (en este caso del Trabajo Social) o reformar la sociedad, ésta como proveedora de recursos de la escuela. 

Es por ello que este ensayo, propone que se parta de una identidad que proteja las universidades que ofrecen formación en Trabajo Social, de la misma manera en que Canadá logra escalar en uno de los sistemas educativos más prestigiosos del mundo con una mirada universal y holística sin poner en duda su identidad porque son ellos mismos quienes planean y proponen sus alternativas de solución, la propuesta del Pensamiento Vinculante es una alternativa para no tener sólo la mente bien ordenada sino también el corazón.


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Bibliografía 


Echavarría Grajales, Carlos Valerio. (2003). La escuela: un escenario de formación y socialización para la construcción de identidad moral. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud , 1(2), 15-43. En línea Agosto 31, 2017, de http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1692-715X2003000200006&lng=en&tlng=es.

MORIN, EDGAR. 2001. La mente bien ordenada. Repensar la Reforma. Reformar el Pensamiento, Barcelona: Editorial Seix Barral, S.A, Segunda Edición. Págs. 1 – 136.

Pérez Lo Presti, Aliro. (2006). Identidad y educación: dilema de la contemporaneidad. Educere, 10(34), 421-425. En línea 31 agosto 2017, de http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-49102006000300004&lng=es&tlng=es.

Profesor Lazhar. (2011). [DVD] Canadá: Phillipe Falardeau.

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Trabajador Social egresado de la UCMC
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